La transición energética representa un cambio estructural que va más allá de la simple adopción de energías renovables, ya que implica una transformación profunda en la forma en que se concibe y utiliza la energía, con impactos significativos sobre la tecnología, la economía y la sociedad en su conjunto. La adopción de nuevas tecnologías en esta transición presenta desafíos complejos, como la facilidad y el costo de uso, la eficiencia y el cambio cultural asociado con nuevos patrones de consumo y conservación de energía.
El diseño de la transición energética debe partir del balance energético actual, ya que permite identificar las restricciones tecnológicas del sector y los recursos con mayor potencial, para así determinar la mejor manera de aprovechar estos recursos y las posibles alternativas para la adopción de nuevas tecnologías.
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